Cuando una persona asiste a una conferencia lo hace movida por la curiosidad, la necesidad o la ilusión de conocer un punto de vista sobre la realidad que comparte el ponente.
La confianza que hacen a quien habla las personas que han ido expresamente a escucharlo convierte este trabajo en una gran responsabilidad. Hay que decir verdades que no sean obvias sino útiles y hacerlo de una manera suficiente fluida que resulte agradable a quien lo escuche.
Hace muchos años que hablo ante el público, y de públicos muy diferentes en edad, condición social y situación vital. Por lo tanto, he podido adaptar mis capacidades a la diversidad. He hablado para niños de menos de 6 años explicando cuentos y haciendo talleres en bibliotecas. He dado clases en la escuela primaria y a adolescentes de secundaria. Hago de profesora de futuros maestros en la universidad y a abogados en ejercicio en masters de mediación. Hago formación de padres a grupos de familias gitanas y magrebíes, hago conferencias en auditorios con familias sensibilizadas y formadas en temas educativos. Hablo en claustros formados por docentes de educación infantil, primaria y secundaria. Cada público tiene sus necesidades y capacidades, pero todos, todos, tienen interés y confianza en lo que digo.
Estar a la altura de este interés y confianza es el reto que se me presenta cada vez que preparo una intervención. Qué diré, como lo diré, qué tendré que dejar fuera del discurso por falta de tiempo (esta renuncia siempre es un poco difícil de hacer), si lo acompañaré de imágenes o si será preferible que se centren en mí…
Encontrarnos
Cuando el público está en la sala y me toca tomar el lugar al frente, miro a los que están a punto de escucharme y se me despierta toda la simpatía del mundo. Me siento agradecida de la confianza que me otorgan, de la oportunidad que me dan de compartir lo que sé. Y, a la vez, se me despierta también la inquietud de quererlo hacer bien, de decir cosas que les interesen bastante, de hablar con claridad y proximidad, que es como me gusta que me hablen a mí.
El regreso a las actividades presenciales permite una conexión con el público que no permite la intermediación de la pantalla. Hacer formaciones en línea es ventajoso, eso sí, por la comodidad de no tenerse que desplazar. Las familias no tienen que dedicar tanto tiempo como cuando tienen que ir y volver, y yo misma tengo que viajar menos. Pero cuando ayer, sin ir más lejos, unas setenta personas de Roda de Ter se encontraron en la biblioteca de su pueblo, se fue despertando un sentimiento de comunidad entre padres y madres de adolescentes que no puede nacer en línea. Y cuando, al final de la conferencia, hicimos estallar la charla de pie con los que no tenían prisa para irse, emergieron nuevas ideas y algunos propósitos colectivos que no habrían podido nacer si no hubiéramos estado juntos.
Encontrarnos, hablar y pensar juntos suma. Espero veros a todos bien pronto, allá donde estéis!